Cualquier experiencia de la madre es transmitida al feto cuando se está gestando la vida. Esas experiencias traducidas en emociones influirán en el carácter del ser nacido y en el desarrollo posterior de su personalidad, así como en características intrínsecas y singulares en el modo de asumir y comprender las circunstancias del aprendizaje durante la infancia.
El vínculo maternal con la vida que se gesta es una manifestación intimista que conecta las emociones vivenciadas del adulto con las percepciones inconscientes del ser que antes del nacimiento capta, a modo de vibraciones sensoriales, la primeriza impresión de su existencia antes del propio nacimiento. Percepciones generadas por las condiciones del sentimiento que la gestante transmite al consciente en desarrollo del hijo y que será determinante para estructurar la personalidad a posteriori durante los aprendizajes del infante.
No es aventurado ratificar la importancia emocional como factor preponderante, para canalizar el bienestar psicológico del ser que se cría con influencias prenatales sin que aún tenga conciencia de ellas. Esas vibraciones, percepciones emocionales transmitidas en el vientre de la madre, serán determinantes y marcarán las líneas maestras de la evolución psicológica con marcada relevancia en la madurez, estando relacionada la experiencia del preparto, la dinámica de desarrollo infantil y las repercusiones en la madurez en una línea continua de consciencia que define también el subconsciente. De ahí que la Hipnosis Terapéutica sea capaz de captar las emociones más recónditas. El adulto las rescata así, como vibraciones emocionales experimentadas antes del propio nacimiento.